Cartas al Director

Suiza – origen y beneficios de la moneda más fuerte del planeta

Eduardo Schindler – Zürich, Noviembre 2024

En 1971 nacen dos mellizas en USA y cada una recibe US$10 de regalo por año. Ambas juntan lo recibido, pero una lo cambia en francos suizos (CHF) cada vez. Celebran sus 53 años y descubren que una tiene US$530 y la otra el equivalente a US$950. Una cuenta ha crecido un 78% más que la otra. Y sin hacer nada. ¿Qué pasó? Entre tanto el US$ perdió casi un 80% de su valor frente al CHF. Si las mellizas eran inglesas, la pérdida sería del 89%. Y si alemanas, del 53%.

Este fenómeno lo han experimentado muchas generaciones. Por ejemplo, entre 1913 y 1935, el US$ perdió el 41% y la £ el 43% de su valor frente al CHF. La moneda suiza ha sido un refugio seguro, permanente y duradero a través de: la primera guerra mundial; la hiperinflación de los años 20; el colapso del patrón oro y “corralito” de USA en 1933 (expropió el 68% de los ahorros en oro de la gente); la segunda guerra; el colapso del sistema de cambio fijo en 1971 (un segundo “corralito” de USA a todos aquellos con activos en US$, y que creían en la promesa hecha al mundo entero en 1944 de convertir su moneda en oro al precio fijo de US$35 por onza); décadas de guerra fría; conflictos regionales; shocks del petróleo; crisis cambiarias y bancarias; episodios de gran inflación; globalización del comercio y mercados financieros; la llegada del Euro – que ha perdido ya un 45%; etc. 

No hay otra nación capaz de mostrar una moneda con una fiabilidad equivalente al CHF en su función de mantener valor y ser medio de pagos desde 1850 y hasta la fecha sin interrupción ni restricciones. Gracias a tener la moneda más segura y fuerte del planeta, los suizos se han ido enriqueciendo significativamente respecto a todo el resto del mundo. Y no sólo ellos. También quienes han elegido invertir en Suiza (entre docenas de destinaciones posibles) para diversificar y proteger una parte de su patrimonio. Esta práctica comenzó hace ya más de 100 años, es una lección que se transmite entre generaciones, y es un mensaje que atrae la atención de aquellos que comienzan a acumular gran riqueza por primera vez en cualquiera de los 5 continentes. 

¿Cómo es posible que un país tan diminuto, carente de poder y recursos naturales, logre tener una moneda tanto más fiable que todas las grandes potencias? ¿Cómo logró Suiza generar y mantener niveles de credibilidad inigualados de manera sostenible? ¿Y por generaciones?

La respuesta no es: gracias a una política económica de mejor calidad respecto a todas las otras naciones. En vez, esta excelencia tan duradera se debe a una economía política muy superior al resto proveniente de utilizar la democracia directa desde el 1892 (en su forma actual) y hasta ahora. Gracias al derecho a referendar cada tres meses (ver: www.swiss-democracy.ch), en Suiza la conducción política de la nación está siempre en manos de la ciudadanía y no aquellas de las autoridades de turno. De esta manera, la nación helvética evita los grandes “saltos, zigzags y pasos en falso” que se acumulan en otros países como resultado del comportamiento errático, contradictorio, oportunista e imprevisible de sus autoridades.

Ergo: la estabilidad y continuidad que lleva a la fiabilidad sin parangón del Estado suizo – y por tanto de su moneda – es simplemente el reflejo de la evolución mucho más coherente, paulatina, lineal y conclusiva que experimenta la sociedad (y le transmite a la conducción y conducta de la nación) en comparación con la incertidumbre y pérdida de credibilidad que padecen los países sometidos al dirigismo ideológico de gobiernos que cambian cada 4 años. 

En este sentido, el que las monedas de las naciones más poderosos pierdan entre el 60-90% de valor frente al CHF ilustra la enorme superioridad de la democracia directa sobre la representativa en generar la mayor libertad, seguridad y prosperidad que todos prometen – pero que sólo Suiza logra entregar. 

El implementar la democracia directa se puede hacer en cualquier momento. También en Chile. No se necesita ninguna preparación especial. Sin ser especialistas en nada, la gente usa su sentido común y cultura general para evaluar argumentos y votar SI o NO sobre todo tipo de temas: transporte, salud, educación, energía, pensiones, seguridad, infraestructura, financiamiento de proyectos, cambios a la constitución, etc.. El sentido común colectivo de unos 12 millones de chilenos con derecho a voto no es inferior a aquel que tenían los suizos del 1892 – más del 80% campesinos en situación precaria de subsistencia, con un mínimo de educación, y sin los niveles de información y medios de comunicación que se disponen en la actualidad. 

El ejemplo de Suiza es que lo más importante para cualquier país es el empezar, y no de dónde se empieza. Cualquiera sea el nivel de cultura cívica en el punto de partida, con el tiempo toda la gente va a enriquecer y mejorar su sentido común – referendo tras referendo. El poder ejercitar la facultad de razonamiento y votar SI o NO cada tres meses es el mejor instrumento de educación y formación cívica para todas las personas. Por ello, el introducir ya ahora el derecho a referendar (democracia directa) en Chile es una invitación a revertir la evolución tan nociva que experimenta el país desde hace años, y pasar a cosechar frutos similares a los que gozan las personas que viven al amparo de la moneda más segura y fuerte del planeta. Por generaciones.

Democracia directa – la mejor alternativa para un Chile libre y próspero   

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