A propósito de la muerte del doctor Alvaro Soto Bradasich y al duelo que produjo en la población natalina, por la noticia de su muerte, recordé aquella máxima tan acertada, la cual sentencia que “nada se seca más de prisa que una lágrima”. Los días vertiginosos y difíciles para la sobrevivencia, en una sociedad que quema sus energías en competir -ejemplos de vida como la de este el primer profesional médico nacido en Puerto Natales- inexorablemente la soslayan las generaciones jóvenes. Sólo el recuerdo agradecido de aquellos que se felicitan de haber conocido a un profesional como el doctor Soto, que no trepidó en una vez adquirida su especialización, la de traumatólogo, venir a acompañarnos a este lugar de Chile, tan poco favorecido por la dadivosidad en materia de ciencia médica y su práctica.
Optó por venirse a su Puerto Natales pobretón, aquel de los años sesenta, cuyos habitantes vivían los vaivenes de ser un apéndice de la economía argentina; cuando los campos ya sobreexplotados indicaban que a la gran empresa capitalista de la tierra, como lo era la Explotadora Tierra del Fuego, le quedaban pocos años, antes de entregar las tierras al Fisco. Eran los años del Chiloé que expulsaba mano de obra hacia el sur. Quienes entregaban su trabajo generoso en los minerales de Río Turbio; eran obreros improvisados, hombre solos que ahogaban sus penas en la embriaguez y la desesperanza, creando serios problemas de salud pública, en aquel dormitorio de desventurados que era Puerto Natales.
Condiciones de trabajos inseguras, con accidentes, cuyas consecuencias, muchas veces, debían ser enfrentadas por la desprovista y precaria salud natalina. Esta, mejorará ostensiblemente al iniciar su actividad el nuevo hospital, año 1967. Alvaro Soto había llegado tres años antes, al precario hospital de la Costanera. Allí, conoce, al doctor Augusto Essmann Burgos, de larga y ejemplar permanencia en Puerto Natales.
Hoy, el hospital de instalaciones privilegiadas lleva el nombre de Essmann. Recomiendo leer un libro cuyo autor es Soto Bradasich, donde denota el grado de admiración por él. “No es difícil tener éxito, lo difícil es merecerlo”, como decía Camus, aquí se hace realidad respecto a las cualidades de Augusto Essmann, al cual Soto destaca por sus valores morales y solidarios.
Con la muerte del traumatólogo Alvaro Soto, se va un escritor de muchas condiciones, producto de una cultura universal y espíritu inquisitivo. Capaz de escribir un libro de una inspiración digna de ser destacada. Miembro importante de la masonería, con motivo de los 100 años de esta institución en Magallanes, publicó “De mediodía a medianoche”. Para quienes desconocemos los ritos masónicos, el libro trae la explicación de la nominación, “en cualquier rincón del mundo, donde exista esta agrupación de hombres, nacidos libres, que buscan pulir las asperezas de las imperfecciones humanas, siempre existirá un mediodía simbólico, pletórico de esperanzas por alcanzar una humanidad mejor”. Llegada la medianoche el hombre piensa sobre lo realizado y espera con ansias la llegada del próximo mediodía.
Pondero el libro del natalino Soto Bradasich, a quien despedimos con una profunda pena, como un excepcional aporte a la historiografía regional de Magallanes. La primera Logia Masónica se establece en la región el 3 de mayo de 1909, a poco de iniciarse con la segunda década del siglo pasado, uno de los períodos de mayor inquietud social e intelectual en estos territorios.
Al final del libro, rescato las sabias palabras del doctor Soto; me privilegió muchas veces, haciéndome saber que como natalino, seguía estas columnas semanales. “Para los masones, quien ha vivido como hombre de bien no debe temer a la muerte, por cuanto ella sólo representa la continuidad lógica de la vida”. Toda persona que parte de este mundo terrenal al Oriente Eterno masónico, espera que el recuerdo y la memoria, le sean concedidos por quienes le conocieron. Ello, porque la vida de quienes han muerto, está en la memoria de quienes aquí quedamos.