Por Antonio Yakcich Furche
Presidente Instituto O’Higginiano de Rancagua
El cuento del tío, nombre popularmente dado a la estafa en Chile, tiene desgraciadamente una larga data en nuestra historia.
En la época de la Patria Nueva, se detectó que algunos inescrupulosos, haciéndose pasar por funcionarios del Estado, se acercaban a los hacendados e incluso a los pobres inquilinos, para solicitarle ganado caballar para el gobierno.
Justiciaban la petición haciendo presente el peligro bélico que vivía el país, ya que pese al triunfo de Chacabuco, gran parte de la zona sur de Chile continuaba ocupada por los realista, específicamente Concepción, Valdivia y Chiloé.
La preocupación del gobierno era evidente, más aún al detectarse que había reducidores, de hecho un hacendado patriota que los recibía para uso en su propiedad, por supuesto a cambio de un modesto pago al estafador.
Ojalá la historia sirva de enseñanza, para aprender lo manifestado por el mismo O’Higgins en un decreto del 15 de marzo de 1817; “Este desorden se atajará con penas ejemplares cuando se descubran sus autores; cuya indagación se persigue con empeño”.
El genial chillanejo tenía claro que al existir delitos, había que aplicar todo el rigor de la Ley para sancionarlos, algo que no deberíamos olvidar.