Hoy las redes sociales han despertado con fuerza, con una causa que no necesita explicación técnica ni burocrática: el pueblo está con don Aquiles Francisco Aravena Garrido, el casero de todos, el hombre que con humildad, esfuerzo y respeto se ganó el cariño de Puerto Natales. Y no es solo una muestra de afecto: es una rebelión ante la injusticia. Porque a este hombre no lo está persiguiendo la ley, ni la Municipalidad. Lo están intentando sepultar bajo papeles y obstáculos los de siempre: algunos concejales que confunden su investidura con un derecho divino a destruir.
Sí, hablamos de Luz Fabiola Levícoy, de Ricardo Urtubia Tapia, y del incombustible Jorge Ruiz Águila. Tres nombres que ya nadie asocia con progreso ni desarrollo. Hoy se les reconoce por lo que son: los jinetes del retroceso. Esos que desde hace meses están en guerra contra todo lo que no controlan. Contra lo popular, lo autónomo, lo genuino.
Y que no digan ahora que esto es exageración. Ahí están sus palabras, sus intervenciones, sus votaciones. No se les olvidó cuando el comunista Jorge Ruiz Águila dijo —sin sonrojarse— que había que cerrar la Vega Chica por motivos personales. Sí, personales. Porque en su cruzada política, la independencia del pequeño comerciante molesta. Porque quien no se alinea a su dogma ideológico, estorba.
Estos concejales han presionado de forma sistemática a la Municipalidad para obstaculizar, para poner trabas, para empujar a que se le niegue cualquier posibilidad de avanzar a un emprendedor que ha hecho más por la comunidad que muchos de ellos en todos sus años de circo político. Y lo hacen no por convicción técnica, sino por rencillas, por egos, por miserias disfrazadas de fiscalización.
Mientras ellos se pelean por protagonismo y votos, don Aquiles trabaja. Ofrece fruta fresca, trabajo digno, buena atención. Regala lo que puede, comparte lo que tiene. Revivió una esquina olvidada. Le dio color, vida y sabor a un barrio. Pero eso, para ellos, es pecado. Porque les incomoda quien genera sin pedir permiso.
Hoy la ciudadanía responde como sabe: con apoyo, con voz, con furia justa. Porque cuando tocan a uno de los nuestros, respondemos. Porque si quieren destruir al casero, al que da la cara todos los días, tendrán que enfrentarse al pueblo entero.
Don Aquiles no está solo. Puerto Natales tampoco está dormido. Y los que presionan para apagar esta luz comunitaria quedarán marcados como lo que son: enemigos del progreso y sepultureros del emprendimiento local.